Cecilia C.
Nací el 11 de enero de 1985, pero mi historia empezó mucho antes, cuando Elsa y Juan Carlos quisieron agrandar su familia y no pudieron, y cuando al mismo tiempo, otra persona decidía que no podía criarme.
Nací un sábado en el Hospital de Moreno, y a los dos días de haber nacido ya estaba en casa con mi Papá, mi Mamá y mi hermana Analía.
Desde chiquita supe que soy ‘hija del corazón’. Mis papás siempre me contaron cuanto me habían deseado y como me fueron a buscar después de que nací de la panza de otra mujer.
A lo largo de mi infancia, tuve problemas serios de salud. Me operaron del corazón varias veces y tuve que atender esos asuntos, que eran los principales. Pero eso no hacía desaparecer esa ‘piedra en el zapato’ que no me dejaba caminar, que me molestaba y que me dolía con cada paso que daba. Vivía con angustia y con miedos.
Siempre me preguntaba: “Si la señora que me tuvo en su panza no me quiso, ¿Cómo va a ser posible que otra persona me quiera? ¿Cómo sabe ella que yo estoy bien y que me dejó en buenas manos?”. Solo tenía sentimientos de desprecio y odio porque pensaba que eran los que ella había sentido por mí cuando nací. Yo estaba segura de que por estos sentiemientos tan negativos ella me había abandonado.
Durante mi adolescencia las dudas se incrementaron. El deseo de querer saber qué había pasado con mis orígenes me brotaba por los poros. No lo podía manejar. Empecé a tener ataques de pánico, angustias y temores que me impedían hasta salir sola de mi casa.
Entonces decidí compartirle a mi mamá mi idea de buscar a la señora que me tuvo. Su comentario al respecto fue que sí, que obvio que buscara, y que si quería irme con ella, no se enojaría. Sus palabras me generaron muchísima angustia. Mi deseo era solo saber y conocer. Nunca jamás puse en duda el amor por mis papás. Nunca pensé en dejarlos. El comentario de mi mamá me angustió tanto que decidí postponer mi búsqueda. Resolví esperar porque consideré que ese no era el momento indicado.
El tiempo pasó y cuando tenía 18 años, mi mamá Elsa murió de cáncer de mama. Fue durísimo para mí. Yo era suya, de mamá, siempre bajo su ala. Toda mi vida traté de hacer las cosas como ella quería. De pronto me sentí muy sola.
Luego de varios años de duelo y de terapia logré entender que mis miedos y angustias no tenían tanto que ver con la pérdida de mi mamá, sino con algo mucho más profundo. Entonces decidí buscar.
En mis papeles de adopción tenía un nombre, un apellido y un DNI, y con esa información comencé mi búsqueda. Mi investigación, a decir verdad, fue muy rápida. Había un domicilio a tan solo 30 cuadras de mi casa en donde una señora con ese nombre y apellido había vivido hacía unos años. Los días previos a ir a esa casa estuvieron cargados de expectativas. Recuerdo que caminaba por la calle buscando algún rostro parecido al mío.
Finalmente, me decidí a visitar esa casa y entonces llegó la desilusión. Rosa, la señora que me parió, había muerto. Ahora vivía su tía ahí. Rosa murió de cáncer de mama, sí, como leen: ‘cáncer de mama’. Que paradójico, mis dos mamás murieron por la misma causa.
Por lo tanto, muchas de mis preguntas no obtuvieron respuestas. Y no las van a tener. Sin embargo, haber buscado me sirvió, y mucho.
Pude conocer a un hermano, Julio, quien es mi versión masculina. Pude conocer a mi abuelo, y también al señor que es mi papá biológico, quien hoy tiene otra familia.
Pude saber acerca de las circunstancias de Rosa cuando yo nací, y así darme cuenta que su accionar me permitió ser una mujer con más oportunidades, más querida, y más protegida. Su ‘entregarme’ me dio la oportunidad de tener una familia de verdad y así pude armar mi propio camino.
No sé qué hubiese sido de mí si ella se hubiese quedado conmigo. Lo que sí sé es que, gracias a su decisión, les dio a mis papás la oportunidad de ser padres, y a mí la oportunidad de una mejor vida y de tener los mejores papás que pude tener.
Hoy, quizás los miedos e inseguridades los sigo teniendo, pero los enfrento de otra manera. Ya no soy la “pobrecita a la que abandonaron”. No. Ahora soy una mujer que me hago cargo de quien soy y construyo.
Hoy entiendo que hay circunstancias en la vida que uno no elije y que te ponen entre la espada y la pared. Por eso dejé de juzgar a mi mamá biológica.
Por más de que yo hoy sé que nunca abandonaría un hijo, entiendo que ella me dio una oportunidad.
Cecilia es consultora de RR.HH. Actualmente trabaja en una
multinacional, y está casada con Leandro, quien la
acompaña en su recorrido de la adopción.
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